Vídeos apocalípticos en el tiempo del Coronavirus

Salmos 139:23-24  (RVR1960)

23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos; 

24 Y ve si hay en mí camino de perversidad,
Y guíame en el camino eterno.

No sé a vosotros, pero a mí en estos días de confinamiento me están llegando cientos de vídeos denunciando el pecado en el mundo y el juicio de Dios. No dudo que muchos de ellos están hechos por creyentes bienintencionados que pretenden llamar la atención sobre tantas cosas que se llevan haciendo mal en nuestra sociedad durante años, décadas, siglos o, casi me atrevería a decir, desde que dimos entrada al mal en este mundo.

 Me doy cuenta que exponer el mal de otros, incluso cuando hablemos en primera persona del plural, nos lleva a eludir la realidad de enfrentarnos con el mal en nuestras propias vidas. Si, como dice el apóstol Pedro, el juicio comienza por la casa de Dios (1ª Pedro 4:17), yo me pregunto si antes de juzgar a los de fuera no deberíamos examinarnos a nosotros mismos. Y no estoy hablando de juzgar nuestras Iglesias, ni a nuestros líderes, ni nuestras instituciones, cosa que sabemos hacer muy bien, sino que estoy hablando de examinar nuestro propio corazón.

Solo si somos como el publicano que se presentó delante de Dios avergonzado por sus faltas e implorando misericordia, dejaremos de ser como el fariseo que se jactó de no ser como los demás pecadores.

Yo veo a Dios en esta crisis llamando a su pueblo a confesar su pecado y a arrepentirse delante de él para ponerse en la brecha, como en los tiempos del profeta Ezequiel. “Busqué entre ellos un hombre que levantara una muralla y que se pusiera en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que no la destruyera; pero no lo hallé”. Ezequiel 22:30 Dios llama a hombres y mujeres que quieran vivir una vida íntegra y quieran interceder por un mundo que se desmorona.

 Hoy en día, no hay inocentes, todos hemos fallado, por eso todos debemos examinarnos y arrepentirnos, y aquellos que decimos amar a Dios debemos ser los primeros en reconocer nuestro pecado y pedir misericordia. Solo de esta manera estaremos preparados para ponernos en la brecha y suplicar por aquellos que todavía no han conocido al  Salvador y su amor incomparable; solo así podemos llorar por aquellos que pasan por esta terrible plaga sin esperanza y sin Dios; solo así podremos venir delante del Padre Celestial diciendo: Señor, ten misericordia de mí pecador y de este mundo que te ha dado la espalda.

 Dios desea bendecir a este mundo, la prueba está en que lo amó tanto, que envió a su Hijo único, Jesús, para pagar el castigo que merecía una humanidad que se había apartado de Él y solo pensaba en el mal. En Jesús, Dios vio cumplida su santa y perfecta justicia. En Jesús, Dios demostró su eterno e infinito amor. La cruz es el más impresionante símbolo del amor y la justicia de Dios unidas para ofrecer perdón a la humanidad.

Esta Semana Santa no habrá procesiones en las calles; no habrá imágenes sin vida llevadas de acá para allá, pero el Dios Vivo y Verdadero, manifestado un día en Jesús de Nazaret, se seguirá paseando a nuestro alrededor invitándonos a que abramos nuestras vidas y le dejemos entrar a morar en nosotros.

Todo lo que está pasando a nuestro alrededor nos grita que nos arrepintamos; pone de manifiesto que necesitamos esperanza. En cuanto a mí, diré como el salmista: “Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? ¡Mi esperanza he puesto en ti!”.   Salmo 39:7 NVI

Límpiame, Señor, quiero estar en la brecha.

antonio diu